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322 P. MELCHOR DE POBLADURA gusta 21 • Queda, por tanto, reservada al General r:on su Definitorio la facultad de fundar las casas de estudios y de seleccionar los estudian– tes entre los religiosos de caridad ferviente y laudable~; costumbres, de conversación humilde y santa, que ofrezcan además un mínimo de ga– rantías y capacidad intelectual, de manera que una vez concluidos los estudios puedan con su ejemplo y crrn su doctrina ser útiles y prove– chcJSo:, en la viña del Señor 12 • Así, pues, los estudios se organizan con miras al apostolado y no por el mero cultivo de la especulación y de la ciencia. Si falta aquella fmalidad, la ciencia pierde para el c:tpuchino de las pimeras genera– ciones su razón de ser. También en rste tema particular los legislado– res de 1535-36 marcan un retorno hacia el franc:scanismo primitivo, hacia la idea que el mismo S. Francisco tuvo de la ciencia, a la cua,t daba muy secundaria importancia en la vida de In:, frailes, quienes nunca debían cultivarla por mero placer o pasatiempo intelectual. ni dedicarse a ella con tanto empeño y ahinco, que an.<,rtiguaran y ex– tinguieran el espíritu de la santa oración y devoción, al cual todas las demás cosas deben servir " 1 • A esto, en síntesis, se reduce la primitiva organización escolástica de la Orden: a) programa mínimo: gramática y S. Escritura; b) fi– nalidad única: facilitar el ejercicio de! apostolado; c) método: ins– r,irarse en la más genuina tradición escolástica franciscana. Si la fina– lidad y el método se han conservado inalterados a través de tos siglos, el programa de las asignaturas, por el contrario, ha conocido notables modificaciones debidas a las exigencias del tiempo y al desarrollo del apostolado. 11. EouAROUS AI.ENCONIENSIS, lug. cit., p. 407, n. 124. 12. ibid., p. 406, n. 122. 13. Sin detenernos a considerar la actitud de San Francisco acerca de la ciencia, tan dis– cutida por sus biógrafos, baste recordar que contra quienes lo describieron como enemigo irreconciliable de los estudios (K Müller, P. Sabatier, Chésterton) y contra aquellos otros que lo presentan como entusiasta propagador de los mismos (Hilarino Felder de Lucerna), nos pa– rece más acertada la opinión de los que sostienen que el Seráfico Padre, no considerando la ciencia como elemento esencial y directo para realizar su ideal, antes bien temiendo que le creara peligros y dificultades, no la incluyó entre sus medios ordinarios de apostolado, y tole– ró que los letrados cultivaran las ciencias sagradas con tal que contribuyeran a su santifica– ción. Cf. E. GrtsoN, La philosophie de S. Borzaventure (París, 1924) 4-0; GRATIEN DE PAnrs, O. F. M. Cnp., Historia de lü fundación y evolución de la Orden de Frailes Menores en el siglo XIII, Trad. de V. M. DE LARRÁINZAR (Buenos Aires, 1947) 93-105.

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