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LA UNlóN DE LOS CAPUCHINOS ESPA1'JOLES 9 puesta se tramitó con sorprendente rapidez en la Secretaría de Esta– do. El 18 de febrero el Embajador español comunicaba a la Santa Se– de los augustos deseos del Rey; el 28 del mismo mes el Cardenal Se– cretario le participaba la plena conformidad y adhesión del Papa, el cual el 13 de marzo firmaba el bre,·e Quarnds iuxta statuta, entrega– do el día 15 al Embajador para que lo trasmitiera a Madrid. Un mes m,Ís tarde, exactamente el 14 de abril, el nombramiento obraba ya en manos del elegido. La rapidez de la decisión y la resen-a con que se llevaron a cabo las gestiones cogió de sorpresa al Nuncio :tvionseñor Giustiniani, pre– cisamente en un momento en que {>ste con sus consejeros de la Nun– ciatura estaba trabajando con muy fundadas esperanzas de éxito por la radical abolición del r{>gimen excepcional implantado en 180-1. El episodio provocó un pequeño incidente entre la Secretaría de Estado v su representante en Madrid. El 16 de abril i\Ionseúor Giustiniani se lamentaba del modo poco cliplomMico corno se había promulgado la noticia en la Corte sin ach-ertir siquiera a las oficinas de la Nunciatu– ra; e insinuaba al mismo tiempo la pesadumbre que le había causado el hecho de que no se hubiera contado con él para nada, ni en Roma ni en Madrid 6 • El incidente se aclaró muy pronto y, por lo menos apa– rentemente, con agrado de entrambas partes. En su despacho del 1.5 de mayo, el Cardenal Consalvi, sirvi{>ndose de un tono extremadamen– te conciliador explicaba el pequeño contratiempo: en realidad, la Se– cretaría de Estado había dispuesto que se comtmicara a l1 Nunciatura el Breve apostólico del 15 de marzo, y fué un olvido imperdonable el que la persona encargada no lo hiciera; la rapidez de las diligencias por conseguirlo había que atribuirla en gran parte al excesivo celo y a la exagerada premura del Embajador, que no admitía demora ni retraso en la tramitación de los asuntos que le encomendaba el go– bierno de Madrid. Por lo demás--añadía el Cardenal Secretario-(y {>sto no podía por menos de halagar al celoso Nuncio) tanto {>I como el Santo Padre no habíal'l omitido nunca de preoeuparse por el resta– blecimiento de la normalidad en el gobierno de los Institutos religio– i;os, y que por tanto alababan y aprobaban cuanto hasta el presente había hecho y cuanto con la debida prudencia y circunspección hicie– ra en lo pervenir para conn·ncer a las autoridades de Madrid de la¡; tristes consecuencias que traía consigo lo pactado en la bula Inter gra- 6. Cf, Arch,c Vat., Arch.Nunz.M11drtd,Bu~ta 241, n. 92.

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