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LA UNION DE LOS CAPUCHINOS ESPAROLES 17 nificante entidad. Tal vez el hecho tenga una explicación suficiente en el momento crítico que se atravesaba. La dispersión de los exclaustra– dos fuera de los conventos y aun de la Península en gran parte no pre– sentaba zonas de interferencia para el gobierno. Se navegaba, por lo menos aparentemente, en un mar bonanzoso. Poco a poco, sin embargo, se formaron entre los religiosos exclaus– trados dos corrientes que oportunamente encauzadas favorecían algu– nos años más tarde la restauración de las comunidades, orienhínclolas hacia Roma en busca de unidad de vida y de gobierno. Los dispersos en Francia e Italia, en contacto continuo con los religiosos sujetos en todo a las autoridades de Roma, palpaban las rnnlajas de la dependen– cia del jefe supremo de la Orden. Y fué un acierto de los Superiores generales de Roma, asistidos con la autoridad pontificia, el haber eri– gido en 1852 bajo su inmediata jurisdicción y dependencia el conven– to de Bayona, cuya comunidad, cual atento vigía, desde los confines de la patria miraba con nostalgia los hogares desiertos y abandonados, suspirando por el día venturoso de poblarlos de nuevo con los elemen– tos bisoños que, al lado de los veteranos, daban vida llena de esperan– zas a aquel plantel y semillero tan prometedor de fundadas esperan– zas para un próximo futuro 26 • Otra corriente paralela-en el espíritu y en la orientación-se for– maba lentamente en las recién perdidas colonias de Ultramar. Un gru– po de exclaustrados de Cataluña, reforzado por elementos enviados por el Comisario Apostólico a Venezuela y Guatemala, iniciaba el 21 de ju– lio de 1854 la vida conventual en Belén de La Antigua, primicia de la Custodia, y sucesivamente, Comisariato de Ecuador-Colombia 27 • No pasarán muchos años, y de allende los mares volverán estos veteranos religiosos a reanudar en su patria el hilo de las tradiciones monásticas, vinculando los destinos de las restauradas provincias españolas a la je– rarquía suprema de Roma. Reveladoras de la mentalidad unitaria de aquellos religiosos, son al– gunas cartas escritas entonces por el P. Esteban de Adoain. Por los años de 1861 el capuchino navarro P. Lucas de Olejua 211 se lamentaba de que 26. El fundador del convento de Bayona, bajo la dependencia del P. General, fué el P. Fidel de Vera. Cf. Bullartum cit. X, 280; «Analecta o. F. M. Cap.» 19 0903) 365 sigs.; ILDEFONSO DE CIAURRIZ, O. F. M. Cap., Capuchinos ilustres de la an– tigua provincia de Navarra-Cantabria II (Pamplona 1926) 258-306. :17. Cf. MJi:LCHIOR A POBLADURA, Historia genera/is Ordlnis Fratru.m Mtno- rum Capu1;clnorum 111 (Romae 1951) 73-74.

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