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344 DONATO DE MONLERAS ¡:ut que en realidad no es preciso hacerlo, la diversidad entre hombre mundano o cristiano y el mundo o reino de Dios, es decir, entre el sen– fü!c individual y el colectivo, como e!1 la parte anterior. Ultimament:: recae todo sobre el hCJmbre, sobre la persona, puesto que la actitud o comportamiento colectivo es resultado de esa conducta de cada indi– viduo conforme a los principios ontológicos que lo circunscriben al reino de Dios o al reino del mundo. A) ÉTICA DEL MUNDO 1) Respecto de Díos Directamente: No le conoce ni conoc10; por eso, consiguientemen-• te, no le escucha ni pone en práctica t'!l voluntad man;festada por Je– sucristo o su Iglesia ~ 7 '. Puesto que el amor, según la concepción de San Juan, no es más que la forma de la fe práctica y el mundo está ra– dicalmente en la infidelidaá -recuérdese todo lo expuesto en la pri– mera parte de nuestro estudio, particularmente al tratar de las raíces cmto!ógicas del hombre-- es lógico que carezca en ábsoluto de amor a Dios. Indirectamente: Esa conducta '•teológica" del mundo se refleja en las .-elaciones --negativas o positivas-- con los "nacidos de Dios", los crisfü 1 nos, que adquieren, por la fe, una recíproca "comunión" con fh 1 s ~"'. La razón es obvia y la expre;;aba ya Cristo. "Quien recibe al que yo envío a mi me recibe (aceptacion práctica afectiva: fe cristia– na); y quien a mí me recib•c, recibe al que me envió" 281 • Por el contra– rio, "quien a mi me aborrece, tambi 1 ."11 aborrece a mi Fadre" ui. Ahora bien, las relaciones del mundo con respecto a los cristianos son. y no podían lógicamente ser de otro modo, estrictamente negativas. El mun– do, Lxtraño ónticamente a Cristo 28 ~ uo puede menos de odiar a Cris– to y a su Iglesia 283 • Pero eso, como es obvio, no es sino falta ae anwr a Dios. 2i8. lo 8.19; 17.25; l lo 3.1; 4.6. 279. l lo !-7. 280. I lo 13·20. 281. lo 15.23, 282, lo 8.23; 18.36. 283. lo 15,18-23.

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