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256 FR. MANUEL DÍAZ El 9 de diciembre de 1891 arribaron a las playas venezolanas por tercera vez en la historia de aquella República, los misioneros capu– chinos castellanos. Llegaron invitados por Mons. Críspulo Uzcátegui y por el Gobierno Nacional, quienes deseaban civilizar a sus tribus indí– genas y opinaban que nadie más indicado para ello que los capuchinos, cuya presencia en las misiones de Venezuela era ya familiar. Al llegar a Caracas el deseo de los capuchinos castellanos era establecerse cuanto antes en los territorios indígenas y proceder de inmediato a la evangeli– zación de los mismos. Pero sus ansias apostólicas no pudieron satisfa– cerse tan pronto. Hubieron de contentarse con exploraciones esporádicas por las zonas de los indios o regentar alguna parroquia cercana a elJ.os, sin lograr legalidad jurídica alguna. Desde el prinpicio dirigieron sus mi– radas hacia la Gran Sabana, la vieja Misión del Caroní, poblada apenas por unos miles de indios en estado salvaje, y con más de 66.000 Kms. cua– drados de extensión. Algunos misioneros llegaron varias veces, a principios de siglo, hasta las escarpadas sierras del Perijá, en el Estado Zulia. La erección canónica del Vicariato del Caroní, comprendiendo los territorios de la Gran Sabana y el Delta Amacuro o Bajo Orinoco, no tuvo lugar hasta 1922, fecha en que Pío XI atendió sus ruegos y los del Gobierno Nacional. que solicitaban la pronta erección canónica. Ambas regiones permane– cieron unidas hasta el año 1954, bajo la dirección pastoral de un solo Vicario Apostólico, pero en el año indicado la Santa Sede dividió ambos teritorios en dos Vicariatos distintos, regidos cada uno por su Pastor. El Bajo Orinoco está poblado, en su mayoría, por indios Warao, con características étnicas y fisiológicas muy distintas de los indígenas de la Gran Sabana, subdivididos en varias tribus de la familia Caribe. En 1943 se erigió el Vicariato Apostólico de Machiques, situado en el extremo contrario de los indicados, en el Estado Zulia. Comprende en la actualidad este Vicariato dos regiones distintas y separadas por la ar– chidiócesis de Maracaibo. La una es la Guajira, desértica y pobre, y la otra el Perijá, selva fértil y rica, poblada de tribus yucpa y motilones (motilones yucpa-«mansos», y motilones barí-«bravos» ). El 'P. Cesáreo de Armellada ha computado varias veces y en diversos organismos las tribus existentes en Venezuela. Son muchas, la mayor parte de las cuales están encomendadas a los capuchinos castellanos. Como ya indiqué antes, lo que más asombra de los capuchinos castellanos, misio– neros en Venezuela, es su labor científica. No hay archivo, biblioteca o centro indigenista del mundo que no haya sido registrado de algún modo por ellos, con el fin de dar a luz pública cuanto se refiere a las antiguas o presentes misiones en Venezuela. A la sombra de la revista «Venezuela Misionera», fundada en 1939, nació poco después EVI (Estudios Venezolanos Indígenas), bajo cuya sigla han sido publicadas más de cuarenta y ocho obras. La revista indicada ha venido dando publicidad a trabajos escritos por los mismos misioneros acerca de la geografía de los territorios misionados por ellos, los dialectos indígenas y las costumbres de los infieles. Apenas hay revista alguna en

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