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LABOR CULTURAL E INDIGENISTA DE LOS CAPUCHINOS CASTELLANOS EN VENEZUELA Hace unos años el afamado escritor Ismael D'Oriam escribió una no– vela, cuyos protagonistas eran los misioneros capuchinos de Castilla en Venezuela, y cuyo radio de acción o escenario era uno de tantos centros misionales que dichos religiosos tienen allí establecidos. En la dedicatoria de.cía, entre otras cosas: «Como en esta hazaña misional hay mucho que aplaudir y poco que censurar, alabamos sin rebozo y vituperamos con par– simonia. Sin embargo, nadie debe ver, por ello, en estas páginas un libro apologético; vea más bien un libro, simplemente, justo». Acerca de los misioneros dijo hace algún tiempo el genial Vasconcelos: «Por muy numerosos que sean los elogios que se han hecho de estos afa– mados varones, nunca se habrá dicho bastante. Se les podría tomar como modelo para el fermento de la civilización en cualquier parte de la tierra». Ninguno de los dos, ni D'Oriam ni Vasconcelos, exageran. Y es que, como confiesa Angel Grisanti, estos sacerdotes son «individualidades ver– daderamente admirables». La labor cultural e indigenista que los capuchinos castellanos han lle– vado a cabo en lo que va de siglo es ingente y apenas uno llega a com– prender cómo, siendo apenas suficientes para las tareas más elementales, desarrollaran éstas perfectamente y tuviesen tiempo aún para dar a co– nocer al mundo entero la cultura, la historia y los problemas generales de los pueblos indígenas de ayer y de hoy. Tenía toda la razón Mariano Picón Salas cuando decía que «apenas había un rincón de la Patria (se refería, naturalmente, a Venezuela) que no conociese el clac-clac de la humilde sandalia capuchina». Son más de trescientos los pueblos venezo– lanos, hoy convertidos muchos de ellos en ciudades, los que tienen su ori– gen en la iniciativa de un capuchino. De ningún modo podemos confundir evangelización con civilización o humanización. Como afirma el P. Chenu, son «de orden distmto». No hay que caer en un mesianismo social. Pero, como dice uno de los más ilus– tres indigenistas capuchinos, el P. Cesáreo de Armellada, «es preciso que suscitemos en la Iglesia, a la vez, el sentido de los hombres y el sentido de Dios". ESTUDIOS FRANCISCANOS, 70 (1969) 255-269

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