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310 J. C. GÓMEZ La unión de los pueblos eslavos no es artificial. Tiene como aglutinante la proximidad geográfica, el temperamento y la unidad religiosa~ Diario de un escritor (1753): «La fe rusa, la Ortodoxia rusa es todo lo que el pueblo ruso considera sagrado; en ella se cifran sus ideales, toda la verdad de su vida. Y los pueblos eslavos, ¿en virtud de qué estuvieron unidos, en virtud de qué vivieron, durante sus cuatro siglos de dolores, bajo el yugo musulmán, sino gracias a su fe? Por ella hubieron de aguantar tantos martirios, que sólo por eso debe serles querida. Finalmente, por los eslavos ha corrido ya la sangre rusa, y la sangre no se olvida jamás.» Providencialmente, por razones de tradición espiritual, de sentido uni- versalista y de poderío político, Rusia está llamada a jugar el papel de guía en la cuestión de Oriente y en la solución de los problemas religiosos del eslavismo. «El paneslavismo, sin Rusia, se debilitará en la lucha con los griegos, no obstante formar con sus partes un todo político... Pero el panesla– vismo con Rusia a la cabeza... eso ya es otra cosa. Pero esa otra cosa ¿será buena? -se preguntan-. ¿No equivaldría a exponer a los eslavos a un contagio, que no hace falta alguna? Así, pues, ¿en nombre de qué, en nombre de qué derecho podría Rusia aspirar a Constantinopla? ¿Ale– gando qué finalidad podría exigirle a Europa que le diese Bizancio? Diario de wz escritor (1709): «PUES SÓLO A TÍTULO DE CAUDILLO, PROTECTORA Y GUARDADORA DE LA ORTO– DOXIA... SEGÚN EL COMETIDO QUE DESDE IV1\N III LE COMPETE, Y en señal de lo cual puso aquél el águila bicéfala bizantina en el blasón de Rusia, siendo así que desde los tiempos de Pedro el Grande viene siendo Rusia realmente ese caudillo, al sentirse con fuerzas para cumplir su destino y, efectivamente, EL ÚNICO PALADÍN y DEFENSOR VERVADERO DE LA ORTODOXIA, COMO DE LOS Pl'EBL0S A ELLA AFECTOS.» El programa religioso-mesiánico de Dostoyevsky es, en rigor, muy am– bicioso. Los pequeños estados balcánicos no pueden pensar en una ofensiva al turco y, menos aún, en una victoria, sin la ayuda efectiva y fraternal del pueblo ruso. De momento, parece que Europa no se preocupa, en exceso, por la intervención de Rusia en los asuntos de Oriente. ¿Es posible man– tener en una actitud neutral a los occidentales? He aquí el problema. Dos– toyevsky juzga a las potencias europeas con excesiva dureza. En el caso de que Europa no intervenga para ponerse de lado de los turcos, en la hora de la victoria rusa, es incuestionable que se presentarán exigiendo un arreglo diplomático. Todo antes que dejar a Rusia en el disfrute de una victoria justa. Dostoyevsky es parcial en el enfoque del problema: pien– sa que es legítima la ayuda de Rusia a Servia y Montenegro. Cree asimismo que Constantinopla -clave política del futuro- debe pertenecer a Rusia. Lo que no comprende es el «miedo» de las potencias europeas al excesivo dominio ruso. Rusia mira las cosas desde su deseo de dominio exclusivo en los Balcanes. Europa teme el mesianismo ruso, que, definitivamente, es un imperialismo larvado, cuyas intenciones pueden determinarse con una precisión matemática. Diario de un escritor, c. II, III (1706): « Si Dios deparase a los eslavos el triunfo, ¿hasta qué punto los de– jará llegar Europa? ¿Consentirá que saquen de la cama al hombre en– fermo? Esto último es muy difícil de pronosticar. ¿No decidirán, por el contrario, después de nuevo y solemne conciliábulo, proceder a cu-

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