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EL !<1ESIANIS'vl0 RUSO 307 a la que defendía, por ejemplo, Ortega y Gasset respecto de España. Ortega quería que el español se europeizase, aceptando la visión del mundo europea. Claro que, al mismo tiempo, Unamuno excluía violentamente la europeiza– ción, a la vez que predicaba un retorno a lo eterno hispánico, a la sustancia ibérica. Dostoyevsky -pregonero entusiasta de la omninzundidad rusa– quiere ponerse en contacto con el pensamiento europeo en todas sus face• tas: literatura, filosofía, política para asimilarlo, sin perder por ello la per– sonalidad rusa. No se trata, en el fondo, de una asimilación, sino más bien de una conquista. Un pasaje del «Diario de un escritor» nos hará comprender la fuerza de esta idea original y extraña: «Nosotros los rusos tenemos dos patrias: nuestra Rusia y Europa, y esto hasta en el caso de llamarnos eslavófilos (no se enfaden éstos conmigo). Discutirlo no hace falta. La más grande de las grandes actitu– des espirituales del porvenir, que previdentes han reconocido los rusos, será la que abarque toda la humanidad, la del servicio a esa humanidad... , no a Rusia sola, ni al paneslavismo solo, sino a la humanidad toda.» Esta idea de absorción fatalista por parte de Rusia forma parte del mesia- nismo ruso. Ni los mismos eslavistas, fanatizados por su fanatismo político segregacionista, renuncian a la conquista de la espiritualidad europea que,· de un modo o de otro, ha de servir a la idea mesiánica rusa. Este europeísmo se encuentra en los antípodas del snobismo europeizante de los intelectuales y de los turistas. En realidad, la idea que tiene Dosto– yevsky de Europa es más bien triste. Viajó por Europa como un desterrado y no pudo olvidar la «apostasía» de los burgueses rusos que renegaban de su patria, con una conciencia mezquina de que ser ruso supone una deshonra. Dostoyevsky, en cambio, lleva a Rusia en el torrente oscuro de su sangre y padece cuando la vida le aparte de su santa patria. El texto del «Diario de un escritor» glosando el alcance histórico del europeísmo. Dice así: Pensad en ello y habréis de conceder que eso mismo han reconocido los eslavófilos, y precisamente por eso nos han exhortado a ser rusos firmes, conscientes y responsables por comprender que la humanidad integral es la nota y disposición de ánimo personales de más monta entre los rusos.» Dostoyevsky lucha violentamente contra el europeísmo de los burgueses, de los demócratas y de los snobistas. De un modo concreto, se opone a la corriente intelectualoide que desprecia a Rusia y se va en pos de las nuevas ideas de Europa. Con un sentido histórico que sobrecoge, Dostoyevsky se opone a que el hombre ruso pierda su personalidad y el destino del pueblo ruso. Desde luego admite el trato con Europa de igual a igual, no el mime– tismo inculto, ni la desaparición de fronteras. En esto el autor de «Demo– nios» es implacable con todos los rivales de Rusia. Quiere fronteras fuer– tes, insalvables, perfectamente defendidas. Quiere que, en la cuestión de Oriente, Rusia sea el árbitro sin rivales posibles. Quiere la conquista de Cons– tantinopla. No está del todo claro el papel que Dostoyevsky asigna a Rusia en el aspecto político. Pero los síntomas son peligrosos: parece que pro– pugua el dominio total de Rusia sobre Constantinopla y, lógicamente, sobre el mundo entero. Las ideas contienen una carga explosiva y, a la larga, producen siempre un impacto. La idea paneslavista de la ortodoxia llevaba en su programa la conversión europea al Cristianismo. Un ligero desenfo– que histórico la ha hecho desembocar en el culto idolátrico al Estado. Dostoyevsky puso las bases del nacionalismo ruso. El soñaba en un inmenso
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