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NO TAS EL MESIANISMO RUSO La primera impresión del hombre culto de nuestros días al ponerse en contacto con Rusia es desconcertante. Rusia va apareciendo poco a poco, con una individualidad recia, rica, llena de humanidad. El descubrimiento del alma rusa está vedado al pensador extranjero. Pero lo que puede cono– cer de Rusia cambia todos los criterios mentales, anteriores a tal descu– brimiento. Rusia es un pueblo «misterioso», sólo hasta cierto punto. Hasta que Dostoyevsky nos da una visión panorámica de su país, presentando paisajes, hombres, costumbres y tradiciones. Quien conociera a Rusía por los manuales de historia tendría un concepto raquítico y superficial de los rusos. Con Dostoyevsky como intérprete cobran un perfil esencial los hechos históricos, las leyendas míticas y el folklore. Sobre todo, la visión religiosa como clima y expresión del alma rusa es una revelación definitiva del tem– peramento ruso, con su innegable grandeza, con su fanatismo confesional, con su capacidad inmensa de sacrificio, con su indisciplinada y ajerárquica vivencia de la fraternidad. Lo que dice este breve ensayo sobre el Mesianismo surge de una lectura gozosa de Dostoyevsky. Mi labor se reduce a ordenar y agrupar los textos más significativos de «Demonios», «Los hermanos Karamazov», «Diario de un escritor», «Memorias de la casa muerta», «El idiota», «Crimen y cas– tigo», etc. Los biógrafos de Dostoyevsky han comprobado que los personajes mejor caracterizados son, en el fondo, aspectos parciales de una sola alma; que el europeísta y el eslavo, el creyente fervoroso, el escéptico y el ateo son proyecciones diversas de una sola personalidad. Y que este epicentro hu– mano en el cual convergen los sentimientos más opuestos es lo ruso esen– cial, es decir, lo eterno ruso que no ha podido desarraigar ni la persecución, ni el olvido, ni el desprecio. Y lo eterno ruso -la definitiva razón de ser de la nación rusa- tiene un valor estricta y directamente religioso. Cristo ha escogido a Rusia, entre todos los pueblos, para que viva su mensaje, para que lo predique con incansable perseverancia hasta los últimos rin– cones del mundo. Que la razón primera de existencia del pueblo ruso sea la ortodoxia no la duda jamás Dostoyevsky. Es una obsesión evidente a través de los per– sonajes más rigurosamente perfilados. Y es el «leit-motiv» del «Diario de un escritor» página a página. ¿Cómo entiende Dostoyevsky el «mesianismo» ruso? ¿Cuáles son las consecuencias políticas y sociales de esta visión pan– eslavista? ESTUDIOS FRANCISCANOS 72 (1971) 305-321

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