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320 J. C. GÓMEZ es demasiado inteligente para creerlo. De aquí toda esa larga sarta de bra– vatas de un hombre despechado porque sus ideas son irrealizables. De todos modos, Moscú debe convertirse en el centro religioso de la Cristiandad. Es el modo de que Rusia adquiera un predominio absoluto sobre las conciencias. La ortodoxia es el signo de la futura unidad, la ban– dera que va agrupar al mundo eslavo. Y Moscú es una alegoría... Lo alegórico y lo profético dan pie a Dostoyevsky para levantar el ar– mazón de su mesianismo Los argumentos reales de su visión eslavista son tan endebles que es preciso buscarles un fundamento imaginario. La pro– f ecía a la que se refiere es de Joan Lichtemberg. Dice así, en unos versos oscuros, que se pueden interpretar a gusto del comentarista: « ... se alzará el águila grande en Oriente, las águilas occidentales llorarán. Tres reinos se tragará. Esta es la gran águila, que estará durmiendo muchos años, vencida resugirá y hará temblar a los moradores del agua occidentales de la tierra de la Virgen y a otros muy soberbios montes y volará hacia el sur recobrando lo perdido... » Estos versos sibilinos se convierten en la imaginación de Dostoyevsky en un presagio del triunfo ruso, de la ortodoxia, contra el catolicismo. El Papa sería «un monte soberbio». Moscú será la tercera Roma el día grande de la unión eslávíca. Constan– tinopla debe ser un pueblo más de Rusia, pero sin aspirar más que a un papel subalterno. Las decisiones religiosas estún a cargo del Zar ortodoxo, que, desde Moscú, la Santa, gobierna paternalmente a todos los eslavos y los bendice en nombre de Cristo. Dostoyevsky está elaborando su mesia– nismo sobre las bases católicas, que, en principio, critica como imperialis– tas. En definitiva, lo esencial de su mensaje cristiano coincide con el men– saje católico. Sólo que intenta desplazar a Roma para entronizar a Moscú. CONCLUSIONES La obra literaria de Dostoyevsky, dentro de su diversidad morfológica, gira insistentemente alrededor del mesianismo. De un modo o de otro, todo lo humano es capaz de servir a los intereses religiosos de la ortodoxia. Los personajes ejemplares ele la novela dotsoyevskiana son reflejos de Cristo: el starets Zósima evoca la grave dignidad cristiana; Makar, el peregrino, trae reminiscencias de Cristo perdonador; Alíoscha Kamamzov es un tra– sunto de la mansedumbre; Mischkin nos lleva de la mano a una piedad profundamente tierna. Un escritor tan realista como Dostoyevsky no podía olvidar que la his– toria ha sido trágicamente envilecida por el pecado. Tiene conciencia de este corte espiritual y de sus resultados. No obstante, se halla mucho más cerca de la teología católica que del protestantismo al potenciar la historia cristiana. El pecador -y los pecadores del escritor ruso son la humanidad en carne viva- dice una relación particularmente dramática a la sangre de Cristo. La mayor vileza terrenal es compatible, en Dostoye,·sk,v, con una sensibílidad extremada para captar los problemas de Cristo. Los luju. riosos, las prostitutas, los ira5cibles -1 ocio ese mundo subterráneo (!ue

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