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EL MESIANISMO RUSO 315 Rusia" y "Zar ortodoxo". Al aceptar ese nombre a sus zares cargaban también con la misión de protectores, paladines, y si Dios lo mandaba, libertadores de la ortodoxia llamados a salvar a toda la cristiandad a ella perteneciente, de la barbarie musulmana y de la occidental herejía. Hace dos siglos, y sobre todo a partir de los tiempos ele Pedro el Grande, empezaron ya a cumplirse esa fe y esas esperanzas de los pueblos de Oriente. Y ahora ya ha luchado más de una vez en Oriente la espada de Rusia en su defensa. Compréndese así que los pueblos de Oriente vean en el Zar de Rusia, no sólo a su libertador, sino también a su futuro Zar.,, En el «Diario de un escritor)) (abril, cap. I, IV) hay un testimonio defi– nitivo para potenciar el alcance que da Dostoyevsky al sentido histórico ele Rusia. Dice que el Zar «más manso" de Rusia, Aléksieyi Mijáilovich, sintió un gran pesar por no poder ser «el Zar libertador» ele los oprimi– dos eslavos balcánicos. En la santa Fiesta de Pascua ele 1656, al dar el Zar el ósculo ele paz a los mercaderes griegos, les pregunta si quieren que los redima de la esclavitud. Ellos contestan que sí. Y Aléksieyi les da este encargo: « Pues entonces, al volver a nuestro país, recabad de todos los obispos y monjes que recen a Dios por mí y digan misas, para que, en virtud de sus preces, nos dé Dios las fuerzas necesarias para cercenar la cabeza de su enemigo.» Y concluye la escena con una consideración apocalíptica: «El día del Juicio Final me llamará Dios y me pedirá cuentas de por qué, habiendo tenido poder para libertarlos, no lo hice... » III. - Los ESLAVOS Para Dostoyevsky el eslavismo es un concepto simple y complejo, a la vez. Simple, desde el momento en que identifica el ser ruso con el ser eslavo. Y complejo, ya que el eslavismo tiene aspectos geográficos, histó– ricos, políticos y religiosos. El «paneslavismo» dostoyevskiano no es una teoría más o menos elaborada. Es una visión metafísica a la luz de la cual examina los acontecimientos de su tiempo. El arte, la literatura, el pro– ceso cultural, la guerra adquieren un perfil «religioso» a los ojos febrici– tantes del autor de «Demonios». Se advierte en cada página el esfuerzo colosal por instalar en el pueblo la idea nueva y santa. Todo el acontecer histórico ruso se estructura en vistas a una fantástica visión mesiánica donde el pueblo ruso tiene una misión universal. En esta historia del futuro, Rusia entera va a ocupar un puesto de privilegio. El simple campesino es fundamentalmente «krestianin», el Zar -ya lo hemos visto- lleva el glorioso calificativo de «ortodoxo», Rusia es «sagrada», «ortodoxa» y cristiana. Concretamente, Rusia debe preocuparse por la causa eslava, de un modo desinteresado, sin miras políticas. Y aquí radica la grandeza de la idea eslava: frente a la huera diplomacia europea que aspira al triunfo, el pueblo ruso presenta el ejemplo de una política desinteresada donde lo único que cuenta es la ayuda fraternal al prójimo. Dostoyevsky aborrece la política oportunista, de gran sentido práctico de Metternich, a la que opone la improvisada solidaridad con los pueblos eslavos que sufren. La gran idea eslava tiene un alcance nacional. Está arraigada en el hon-

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