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!)iJ I' . B e Es A V E N T [- [( A D E e A R R o e E R A toda su vida y también durante este viaje cumplidísima salud, en Yepes (Tokí:lo) le clió una calentura de no mucha consideración , pero que luego se declaró en terciana. Y como Mariana de Austria, en vez de dirigirse a Madrid, marchase antes a El Escorial, d Padre Quiroga, enfermo como estaba, le pidió permiso para venir directa– n,.ente a la corte. El mencionado cronista de la Provincia de Castilla, P. Juan de Monzón, que sin onda fué testigo presencial de todo cuanto aquí narra con abundancia de pormenores, nos describe así lo que suce,lió desde entonces: nLlegó a esta corte, miércoles, 6 de octubre de 1649, a las cinco :le la tarde ; el gozo que causé, el verle a todos los religio– sos, fné el que merecía el amor que le tenían y los deseos eon que le habían esperado ... P,areció a todo este convento, cuando le vieron entrar por sus puertas, que le amanecía un úía alegre y festivo, des– pués de una noche tan larga :le una prolija ausencia. Vieron los que le conocían a su padre ; 1 os que no lo habían alcanzado, al que desea– ban los tuviese por hijos, el decoro de la Religión, el apoyo de ella, el hombre mayor que tendrá ]argas edades. Este, pues, varón in– signe, cuando más le habíamos menesic:r, nos le quitó Dios; porque habiéndole el súb,ido, 9 cel mismo mes, a las dos de la tarde, corres– pondído1e a la cuarta terciana y pasado hasta las cuatro sin que el accidente mostrase ma 1 icia considerable, a esta hora se agrav,S de manera que puso e11 gran cuidado, y los médicos declararon luego el peligro por habers-:: vuelto sincopal, en que hubo de tratar de la última disposición con el fervor y sentimientos que de su gran rdigión y talento se podb esperar. Recibió todos los Sacramentos con grande devoción y ternma, sacrificando aquella vida en la eterna voluntad Apresurábansele los términos por instantes ; con que domingo, a la una y metha de la mafi:ma, a diez del dicho mes, trocó esta vida temporal por la eterna y lo;:; trabajos presentes por los descansos y gozos perpetuos, sic:ndo de ec:ad d..: 75 años, un mes y 25 días, y de religióri, 51 años. Antes se supo su muerte que su enfermedad. El sentimienb del rey y de sus mayores ministros fué tal, que llegó a demostraciones de grande, por lo que todos le amaban y por verse privados de su consejo y de las noticias que podía dar quien por yeinte años había en el imperio tratado los mayores negocios de Europan ,ic;. Justamente aquella mañana del ro de octubre llegaba el Nuncio, Julio Rospiglosi, al convento de Capuchinos del Prado, con objeto
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