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p . B u E N A V E N T r· R A D E e A R R o e E R A corriese con él confide11temente por ser la pe:rsona que tene:nos en la corte dfl emperador firmen !Jo. Y bastan los muchos testimcnios citados para evidenciar ;os buenos servicios prestados a España por el P. Quiroga. Si por otra parte sus e:sfuerzos no fueron logrados ni se consiguió cuanto se deseaba, no fué ciertamente por mala voluntad suya ni por u poca actividad en tantos y tan delicados asuntos como se le encc,men– daron, sino porque otros frustraro11, con su comportamiento y pro– ceder, cuanto él ganaba por t.1 camino de la amistad y de la tole– rancia. Sl; PERSO::,.;ALIDAD Es suficiente lo hasta aquí expuesto para formarnos una 1dea del valer y de la personalidad de1 P. Diego de Quiroga y del alto conceptc, en qne fué tenido por sus contemporáneos. A eso hemos de agregar que fué Calificacor de la Suprema Inquisición, aunque su expediente 110 :~e 112. ronservado ; también Predicador de FeEp~ III y de Ferna,1do III, emperador de los Romanos. Ni q11eremos insistir mús sobre su prudencia y celo en el gobierno de los religiosos y en tratar cuantos asuntos y negocios pasaron por sus manos, como tampoco sobre sus virtudes y elotes natura 'es de constancia, letras y política. No podernos, sin embargo, pasar en silencio el testimonio de sn íntimo amigo, el Ilmo. Caramuel, que le trató ,muchos años en Viena y de quien hace muy cumplido e1ogio en varias partes ele sus obras. Unas veces le llama «d~coro c1e los Capuchinos» ; otras «piado– sísimo y doctísimOlJ, al citar alguras de sus opiniones ; otras ccsuti– lísimo, doctísimo e ingeniosísimon, añadiendo que «en Filosofía tenía opiniones muy singulares, lo mismo que en Teología, especialmt:nte en materia de auxilios: que en política era sumo, pues toda la vida había estado ocupado en tratar negocios públicos y, aun teniendo ochenta años o cerca, todavía servía al rey de gran ayµda y asimism,1 .1 los embajadores de excelente consejeron. Pero también dice que ((por haber confiado tcida su ciencia a la memoria, muy portent0sa por cierto en tan avanzada edad, y no haber dejado nada escrito, murió y con él todo su sabern 91 • Nada, pues, se nos ha conservado, \)0. Simaucas, Ibid., ff. H y lG, Consejo de Estado del 17 de diciembre de Hi32. 91. J. CARA}!CEI., o. c., 3:23. - Cfr. también ToRRECIT.l,A, (), c., 2\J7-:2\J9.
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