BCCCAP00000000000000000000642

EL PADRE DIEGO DE QL"IROGA y que, como remate, se llevase a cabo la desaparición violenta de \Vallestein, cuya traicifm aun no ha probado la historia. Casi podríamos decir que lo contrario del de Castañeda, lleno de envidia y sujeto de pocos amigos, fué el P. Quiroga. Ademfrs de ser d hombre cie mayc-r confi:mza que en \'iena tenían Felipe IV y sus ministros, a él fueron encomendados, según ya dijimos, los negocios más delicados, como fueron ganarse la voluntad del empe– rador y de \Yallenstein, conseguir de éstos que soldados de Alemania atacasen a los holandese:', negociar en Viena una fü:te,·a liga, etc. Además : no sólo no tuvo roces ni desconfianzas con nadie sino que en cierto modo fué e1 ángel pacificador, de que se servía el Con– sejo de Estado español una veces para unir los príncipes y generales rlel imperio, como cuando en agosto de 1632 le encargaba que, aunque viese al Príncipe de Eggemberg y al de Jun desavenidos, procurase siempre encamiiurlos a que sean amigos y traten la unión de las (los casas 77 ; otras veces para evitar roces entre el de Castañeda y \\"allenstein y entre éste y el de Oñate, indicando ((se procure ajustar pur mt::dio de Fr. Diego de Quiroga la igualdad de tratamienton otras veces, al ver al de Castañeda sumamente irritado contra el ele Friedland, para aconsejarle transija con él y contemporice, y escri– biendo al P. Quiroga para que suavice las cosas y se entreviste con ellos 7 ~ ; finalmente, viendo que los roces del Marqués no sólo eran con \Y.aUenskin sino t:imbién con el de Eggemberg y qµe por des– gracia seguían adelante, escribía al P. Quiroga ((procure mucho reunir al Duque con el embaja,dor y también al de Eggem1x:rg y que rompa cuantas lanzas íuesen mene:ster para esto y que procure con– temporizar con cualquier extravagancia que hubiese en ambas par– tes)), añadiendo el Consejo de Estado ((que el P. Quiroga ha de e:nduIzarlo todon 80 • ~\sí podríamos ir aduciendo otrns testimonios en pro del P. Qui– roga. Pero precisamente por eso el Marqués de Castañeda no le veía con buenos ojos y, sobre todo, no podía tolerar en manera alguna que los ministros de Felipe IV le consultasen las cosas, diciendo en más de una ocasión en ,us cartas, que tales negocios debían ser tra– tados y consultados con el embaiador, que era él; por ejemplo, acerca i7. Simancas. Estado. Leg. :2:)88, f. 50, Consejo ele Estado de 80 de a,;osto de l(\!fl. 78. Simancas. Estado. Leg. 2384, Consejo de Estado de ll y 14 de enero de 1G3B. 7\l. !bid., f. lüll, Consejo de Estado del 21 de septiembre de 1G3:l. 1::0. Ibid., f. 2, puntos 30 y 34, Consejo de Estado de 2() de octubre de 1GB3.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz