BCCCAP00000000000000000000642

l'. BL'ENAVENTCRA DE CARROCERA cuando el rey de Suecia, Gustavo Adolfo, avanzaba por tierras ger~ manas sin encontrar extraordinaria resistencia. Después de la derro– ta de Tilly eu Breitelfeld, el 17 de septiembre de 1631, todos los ojos se volvieron a \Vallenstein, único general del imperio que podía sal– var la situación gravemente comprometida. Pero, el gran general, destituído en la dieta de Ratisbona por Fernando II, en 1630, ce– diendo a imposiciones de varios príncipes alemanes, no quiso aceptar de muy buen grado y, sobre todo, sin condiciones, la reposición en su antiguc. cargo: las exigió, y por cierto sobradamente comprome– tedoras. El emperador, que no encontraba de momento otra salida, se vió precisado a aceptarlas. Como primer paso, \Vallensteiu se obligó a reunir un numeroso ejército qµe pudiera hacer frente a las huestes de Gustavo Adolfo ; luego, tras nuevas exigencias y tras nuevas concesiones, quedaba de generalísimo de los ejércitos del imperio, de España y de Austria - 13 de abril de 1432 -, sin permitir otro caudillo independiente a su lado. El orgµllo ,desmedido de \Vallenstein, los desmanes cometidos por sus soldados, el trato dado .a varios príncipes alemanes, y, por otra parte, la envidia suscitada en otros príncipes y generales y asimismo en el rey de Hungría ; los roces habidos entre él y los embajadores españoles en la corte del emperador y de su hijo Fernando, rey de Hungría y esposo de María de Anstria, hicieron que entre unos y otros las r.elaciones no fuesen ni medio cordiales y consiguientemente que \Vallenstein no atendiese las indicaieiones que le hacían tanto el rey de España como sus ministros y también b GDbernadora de los Países Bajos, Isabel Clara Eugenia. La política del Consejo de Estado español siemphe se enderezó a granjear el ánimo del Duque de Friedlan,d, Alberto \Vallenstein, y a procurar tener relaciones amistosas, por considerarlo como negocio «de la mayor import:rnci.all . Muchas veoes se produjeron roces que nunca debieran haber existido, entre \Vallenstein y los embajadores españoles ; roces que, al fin de cuentas, fueron motivados por cosas de poca monta, como fué la cuestión de mutuo tratamiento. Además: el de Friedland se dió cuenta perfecta de la mala voluntad que le tenían el Conde de Oñate y el 11arqués de Castañeda, a quienes con– sideró aquél como sus mayores enemigos, juntamente con el rey de Hungría, llevado éste del deseo de ponerse al frente de los ejércitos

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz