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al Señor de su cuerpo, por la virginidad consa– grada, hay que verla como un deseo del bautizado de participar más pronto y más expresamente en la resurrección de Jesús. Comprendemos mejor esta idea reflexionando sobre la teología bautismal de san Pablo en Rom 6, 1 ss. Cristo ya resucitó y tiene ahora una carne «pneumatizada», gloriosa. Mientras dure el pre– sente «tiempo» (eón), la Iglesia avanza hacia el cumplimiento el misterio pascual: es Cristo que resucita en su cuerpo místico. La realidad cor– poral de la Iglesia entra ya en un ambiente de resurrección por el bautismo, en que somos des– pojados del cuerpo de carne (Col 2, 11; cf. Rom 6, 6). El cuerpo humano es ya - germinalmente, en esperanza, en aspiración-, el cuerpo resucita– do, carente de vida carnal. Por eso iesús llama a los vírgenes hijos de la resurrección, que ya en– traron en el estado propio del siglo venidero, el tiempo de la resurrección (Le 20, 35 ss). Ciertos fieles sacan las últimas consecuencias de esta consagración pascual de su cuerpo por el bautismo. Unidos al cuerpo de Cristo ya no quie– .ren conocer otra unión. Crucifican su carne y viven como resucitados. Se desligan del acon– tecer mundanal, dependiente esencialmente de la generación carnal, y viven bajo el Espíritu, como si las leyes del mundo no les afectasen. Como el bautismo, también la virginidad de los bautizados proclama ante el mundo que la resurrección de 87
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