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tizado, los sufrimientos se convierten en un acto de sacrificio que continúa el sacrificio de la misa. Como en Cristo los sufrimientos de la vida entera eran consecuencia de haberse entregado a la cruz, así en el cristiano. Con el sufrimiento de cada día completamos la crucifixión sacramental veri– ficada en el momento de nuestro bautismo. Con él completamos también lo que falta a la pasión de Cristo en sus miembros (Col 1, 24). • En los momentos más duros de la vida piensa el cristiano por qué el bautismo no nos habrá res– tituido la inmunidad del sufrimiento que gozába– mos en Adán, como nos restituyó la gracia. Ello obedece a que Dios quiere, mediante el sufrimien– to, educarnos para que adquiramos conciencia de nuestra vocación como miembros de Cristo cru– cificado y en cuanto crucificado. El bautizado su– fre por todos los motivos por los que sufre cual– quier mortal. Pero a la luz de la fe adquiere un sentido nuevo y' superior el sufrimiento de un cristiano: adquiere un carácter corredenfor. Por el sufrimiento nos asociamos a los actos dolorosos de Jesús que sufre por nuestros pecados y los de todo el mundo. El dolor es sobreelevado a medio de purificación, expiación, redención; glo– rificación de la Trinidad y salvación de nuestros hermanos los hombres. d) Sent'l"do crishwro de la muerte. Como todo hombre, el cristiano muere bajo el peso de la ley natural, ya que es algo connatural a su constitu- 84
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