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cesidad de la oración para el cristiano; más bien le da su yerdadero sentido, profundidad,. ampli– tud y eficacia. Le da sentido en cuanto que, en vez de la simple oración de un hombre religioso, se trans– forma en la oración íntima efusiva, confiada, de un hijo ante el Padre. La dota de pmfundi'dad y amplitud, porqu~ nuestra oración como cristianos está ·incorporada a la oración pública de Cristo y de la Iglesia. Siempre oramos con Cristo y con la Iglesia; y siempre en nosotros ora Cristo y su Iglesia, en la oración pública y en la privada. Y es que el cristiano, por el bautismo, queda cons– tituido en adorador oficial de la Trinidad, al lado de Cristo «sumo adorador de la Trinidad»: Dios predestinó a los hombres en Cristo desde la eter– nidad para que junto con Cristo fuesen un coro de adoradores, un so~o amor en el corazón del Verbo encarnado. Finalmente, la enriquece con nueva efzhzcia.: como resultado de los anteriores elementos, la oración del bautizado es la oración de un hijo; se hace unida a Cristo; bajo el im– pulso del Espíritu; incorporado a la Iglesia. De aquí se deriva que el cristiano que es consciente de su dignidad, con toda naturalidad hace ~u oración lleno de fe, de confianza, de seguridad amorosa en la bondad del Padre celestial. Su sacer– docio bautismal es una llamada urgente a orar más y mejor. e) Los sufrimi 1 entos de la vi'da. Para un bau- S3

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