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otros no sabemos pedir lo que nos convi'ene; mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemi"'dos ineruirra1bles y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, ya, que bi'ter– cede por los santos según Dios (Rom 8, 26-27). El impulso del Espíritu era el que alimentaba interiormente la oración de Jesús. Sumergido por el bautismo en el Espíritu de nuestro Señor Je– sucristo, siente el cristiano idéntico impulso y apoyo para su oración. En primer lugar para la oración pública, para la oración litúrgica que la Iglesia realiza por sus miembros bajo la inspira– ción del Espíritu, su alma. Y luego la oración. privada de cada fiel, estimulada y sostenida tam– bién por el Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo, su fuerza en nosotros, da continuamente testimonio de que somos hijos de Dios ante el Padre y así el Padre acepta com– placido la oración que brota del corazón del hijo y todas las obras realizadas en ambiente de ora– ción. El Espíritu pide continuamente desde nues– tro interior que se consume la filiación divina re– cibida en el bautismo. En esta vida llevando una vida según el Espíritu y preparándose así para la consumación de la filiación cuando tenga lugar la resurrección de la carne. En cualquier sistema religioso la oración es la expresión sintética de los sentimientos religiosos y de todas las relaciones vitales del hombre con Dios. El bautismo no excluye ni disminuye la ne- 82

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