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Cristo por el bautismo, lleva también en sí la un~ ción mesiánica de Jesús. Jesucristo tenía la misión de establecer en el mundo el reíno de Dios. El establecimiento lleva consigo la glorificación de Dios y la salvación de los hombres: por la predicación de la palabra, por la sujeción al querer divino en la obedien– cia a sus leyes; por la oración y el sacrificio, principalmente. Por eso, participar en la dignidad mesiánica de Cristo lleva consigo participar en la tarea de glorificar al Padre y salvar a los hombres: para ambas cosas está capacitado el bautizado y, además, obligado por su bautismo. Es responsable de que Dios sea glorificado en la creación, y en medida determinada, pero siem~ pre real, de la salvación de los demás hombres. Esta participación en la dignidad y destino mesiánico de Jesús se le da al bautizado, no como hombre aislado, sino como incorporado a la Igle– sia. La Iglesia es la auténtica y más directa por– tadora de la misión mesiánica de Jesús en toda su amplitud, ya que la Iglesia en cuanto Iglesia recibió la misión. Pero la Iglesia cumple. su mi– sión de hacer perenne la obra mesiánica de Cristo por medio de sus miembros, de todos sus miem– bros, en el grado· y medida concreta que la misma Iglesia determine. Hay, pues, una distinción jerár– quica cualitativa en los diversos grados. en que la dignidad mesiánica es participada en la Iglesia: bautizados, confirmados, ordenados. Pero la dis- 69
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