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a Dios por Jesucristo... Vosotrros sois Una.je es– cogkfo, sacerdocio regio, nadón santa, pueblo adquirido para pregonar el poder del' que os llamó de las tinieblas a la luz admirable. y) En el Apocalipsis encontramos varios tes– timonios: La sangre de Cn'sto nos ha hecho un reino y sacerdotes de Dios (Apoc 1, 6). Todos los redimidos por la sangre de Cristo han sido incor– porados a una sociedad cultual, que es la Iglesia. Por ello alaban al Cordero por toda la eternidad: «Cantaron un cántico nuevo que decía: Digno eres de tomar el lz1bro y abrfr sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y los hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinan sobre la tierra1» (ib. 5, 9-10; cf. ib., 20, 6). 8) Aluslón implícita a esta misma idea puede verse en la afirmación de que todos los cristianos, unidos a Cristo, tienen acceso al sancta sanctorum; lo cual sólo era permitido a los sacerdotes. Esta entrada en el «santuario» para ofrecer activamente el sacrificio. tiene sentido pleno en el templo del cielo; pero ya ahora se inicia en el momento en que somos incorporados a Cristo sacerdote, en el bautísmo (Heb 10, 19; 12, 18 ss). En otros tex– tos se afirma que los mismos cristianos son «tem– plo» de Dios (Rom 12, l; Ef 2, 22; 1 Cor 3, 16 ss). Según el NT, propiamente hablando, el templo de Dios en el mundo es el cuerpo glorificado de Cris- 66

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