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fera, el ambiente en que se ejerce la ascesis. Toda ascesis debe tener este fin concreto: hacer siem– pre más honda y real la muerte «sacramental», en que entramos por el bautismo (y demás sacra– mentos). La «mortificación» cristiana no es más que continuación de la «muerte>> que por el bau– tismo verificó Dios en nosotros. 3. Espiritualidad bautismal. Toda la vida cristiana, desde su comienzo hasta su pleno desarrollo·, es vida en el Espíritu Santo, y por ello es vida «espiritual». Pero en forma más precisa se llama vida espiritual y se habla de «espiritualidad» para referirse a los grados más elevados de la vida moral. Es un hombre «espiritual» el que trata de vivir con, «perfección» la vida moral. Aun en este sentido más técnico es preciso ha– blar de una auténtica «espiritualidad bautismal». Y es que el bautismo crea en cada bautizado la obligación y exigencia a la perfección en sentido ilimitado. Un «estado de perfección» en su sen– tido canónico, es propio y exclusivo de los cris– tianos que la Iglesia acepta como «religiosos». Pero no por determinación «canónica», sino por «ley de vida», ley de amor, todo cristiano ha de sentirse obligado a desarrollar sin medida calcu– lada, en toda su amplitud, el germen divino que recibió con el bautismo. Por ser el bautismo un 56

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