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presenta ante el mundo en cada cristiano (cf. 2 Cor 3, 2-3; 2, 15). Cristo se forma y crece en cada cristiano (Gál 4, 19), crece en su realidad «espiri– tualizada». El bien obrar es una perenne gloria a Cristo; una conducta recta del cristiano es siem– pre «edificante», «edifica» a la Iglesia en el sen– tido más literal de la palabra. En cada acción de un cristiano queda comprometi"do el mismo Cristo. Para su honor, si la acción es buena; para desho– nor de Cristo, si la acción es mala. De aquí que el escándalo resulte especialmente peligroso· y car– gado de responsabilidad en un cristiano. Anteriormente hemos recordado que la vida cristiana consiste en el seguimiento de Cristo. El-. seguimiento consiste, sustancialmente, en repro– ducir en sí mismo la muerte-resurrección de Cris– to. Esta reproducción de la muerte-resurrecciór. de Jesús, cuando más hondamente se hace es en la recepción de los sacramentos, del bautismo en el caso. Pero la muerte-resurrección sacramental verificada en el bautismo exige el ser continuada por la ascesis y comportamiento moral individual. 2. Nueva moral del bautizado. Toda la moral cristiana, la «vida en Cristo», se funda en este hecho decisivo del bautismo: el bautismo es para todo hombre una reproducción eficaz de la muerte-resurrección de Jesús. El bau– tizado ha muerto y resucitado con Cristo. Princi- 53
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