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cual alguien se constituye en lo que es dentro de la comunidad humana: el rey, el sacerdote, el soldado, el filósofo, se hacen tales por su vestido específico. Dentro del cristianismo se conserva esta «mística de vestido», en el vestido de los bautizados, en los vestidos sacerdotales y el há– bito monacal. Según esta manera de ver el vestido, éste significa aquello que da al hombre su valor y su dignidad en la comunidad humana a que pei;– tenece. No es algo puramente externo, sino una cualidad y una forma que afecta íntimamente a la persona. Teniendo en cuenta esta mentalidad de los an– tiguos, podemos entender mejor el sentido del «vestirse de Cristo» de que habla san Pablo: significa embeberse, impregnarse de Cristo, cons– tituirse interiormente en otro Cristo. Nosotros, en nuestro lenguaje actual, hablamos más bien de una «psicología del vestido». La forma de vestirse delata los sentimientos del alma: la dis– tinción, la delicadeza, la elegancia, el respeto a lo demás; y también el abandono, la grosería, la frivolidad. Por eso, al vestirnos de Cristo en el bautismo, quedamos interiormente transformados por el ser de Cristo, y exteriormente tenemos la precisión de apropiarnos sus sentimientos y su com– portamiento. c) Iluminados en Cristo. La lu:Z es en todas las culturas símbolo del bien, de la alegría, de la plenitud y de la divinidad. Sobre todo, los anti- 45
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