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su cuerpo pneumático-místico; que es la Iglesia. El bautismo nos introduce en el cuerpo místico de Cristo. Pero, a su vez, el cuerpo místico de Cristo tiene un doble aspecto o vertiente: como realidad visible y realidad invisible. En ambos aspectos es el bautismo la puerta de la Iglesi'a. l. Incorporación a la Iglesia en cuanto sociedad invisible, cue1rpo místico. No es legítimo hablar de una doble Iglesia: una que fuera realidad espiritual, cuerpo místico de Cristo; y otra realidad visible, sociedad jerár– quicamente organizada. Es una idéntica realidad: la_ santa Iglesia jerárquica, cuerpo místico de Cristo. Pero sí es lícito distinguir la doble vertiente o as– pecto de la misma realidad al modo indicado. a) Somos bautz'zados para f armar la unidad en el cuerpo místico. En 1 Cor 12, 4-31, compara san Pablo la unidad de todos los redimidos con la· unidad vital que tienen entre sí los diversos miembros de un organismo humano. Dejando otros aspectos, lo que ahora nos interesa subrayar es la importancia que el bautismo adquiere en or– den a dar unidad a todo ese conjunto -de hom– bres que han sido llamados a ser cristianos: To– das fuimos bautizados en razón de formar un solo cuerpo, ya seamos judíos, ya griegos (Gál 3, 28). La unidad del bautismo crea. la unidad del cuerpo de Cristo (cf. Ef 4, 5). 42
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