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brenatural con la misma «graciosidad» con que nos da la lluvia, el sol, el rocío, el perfume de las flores. En fórmula literariamente bella expresó Jesús la gratuidad de la gracia bautismal diciendo: «El , viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de.dónde viene ni adónde va. Así es todo nacido del Espíritu» (Jn 3, 8). El bautismo no es una corriente de agua fresca donde nosotros va– mos a apagar nuestra sed y limpiar nuestra su– ciedad: es una corriente de vida divina que brota del cielo, se apodera de nosotros y nos lleva con– sigo hacia la Trinidad, mar inmenso de las almas. La gratuidad omnímoda de todo orden de so– brenaturaleza que Dios empieza a realizar en nos– otros por el bautismo, ha de ser, bajo diversas formas, uno de los temas constantes de la predi– cación y cura de almas en general. A todo lo largo de la historia de· la salud se complace Dios en demostrar que otorga su gracia libremente, por pura benevolencia y bondad, según su beneplá– cito. No quiere que la criatura le arrebate este honor que le es debido como. Señor. Es una de las ideas básicas de toda la economía de salvación. Pero los hombres, por su parte·, continuamente intentan «naturalizar» la gracia de Dios. Los in– crédulos, haciendo de lo sobrenatural un resultado de la evolución religiosa del espíritu humano. Los creyentes «connaturalizan» la elección divina de que han sido objeto hasta llegar a tomar su cris- 35
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