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para explicamos el sentido de lo que acaba de acontecernos en el tiempo. El hecho de que nuestra elección sea eterna inculca fuertemente en nos– otros esta idea: la seguridad inconmovible del amor con que Dios nos quiere, ya que es un amor de predilección que brotó en su corazón paternal desde la eternidad. Y por otra parte quiere sub– rayar el hecho de que Dios nos ama de gra'da, sin merecimiento nuestro; ya que Dios nos amó pri– mero que nosotros le hayamos amado, desde la eternidad, antes siquiera de que existiésemos 14 • En el diálogo de Jesús con Nicodemo queda bien resaltada la idea de que el bautismo obra un renacimiento de grada. Jesús mismo se presenta como venido del delo. Los esfuerzos y el inquíe– tarse de los hombres nada pudieron hacer para que Él viniese al mundo. Y todo lo que, Jesús trae al mundo es también «venido del cielo». Del cie– lo es la aoctrina sobre la regeneración; y la mis– ma regeneración por el agua y el Espíritu es tam– bién una reaHdad venida del cielo. El nacer para Dios no acontece por herencia de sangre, ni por impulso de la carne ni por el deseo de un hom– bre, sino que se nace «de arriba», del cielo, de Dios. Aun en nuestro modo de hablar la frase «venido o caído del cielo» expresa la completa ausencia de cooperación humana, la amplia li– beralidad de Dios. Dios nos da la nueva vida so- 14. 1 Jn 4, 10, 19; Rom 8, 28-39; Ef 1, 3 SS, 34

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