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vital; el alma, que constituye al ser humano. En el bautismo nos hacemos partícipes del ser, de la naturaleza divina (2 Pe 1, 4). La gracia de nuestro Señor Jesucristo, la caridad del Padre y la comu– nicación del Espíritu vienen a nosotros (2 Cor l 3, 13). La acción del Espíritu que nos engendra a nueva vida, no es una fuerza que se apoderó de nosotros un momento y luego pasó: san Pablo nos dice que el Padre nos ha ungido, nos ha se– llado con el Espíritu 13 • Nos ha da90 ya en prenda (arras) lo que nos va a dar luego en plenitud y seguridad absoluta (Ef 1, 3; 4, 30). El apóstol san Juan nos habla de la «semilla de Dios» que está en nosotros (1 Jn 3, 9). Está en nosotros en eermen la vida eterna y el ser divino que tendre– mos desarrollado en el cielo. La doctrina de la gracia como participación formal físico-real de la naturaleza divina, tiene aquí su primera y ya ín– tegra aplicación. d) Nacimiento de'l' todo gratui'to. Lo mismo que la vida natural, también la sobrenatural se le da al hombre sin que él haya contribuido nada a su adquisición. La vida cristiana es un regalo es– pontáneo de la amabilidad de Dios. El bautismo eis el primer acto por el que Dios · comienza a cumplir en el tiempo y el espacio los designios de salvación que tenía sobre el cristiano desde la eternidad. Precisamente, si la Escritura nos descubre el misterio de la elección divina es 13. Ef 1, 13; 2 Cor l, 21-22; Ef 4, 30. 33 Vill - Teol. 3

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