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Hay muchas obras escritas sobre la perfección cristiana y la santificación de las almas que se des– arrollan casi al margen de la teologia sacramen– taria, de la liturgia y de la vida de la Iglesia en cuanto tal. Estas obras hacen correr la vida cris– tiana por los cauces de la psicología humana; la oración personal, la mortificación particular, el ascetismo individual. La perfección, tal como la presentan estos escritores, no tiene más camino que la oración y mortificación; o, al menos, éstos se ofrecen como del todo prevalentes. Todo esto es indispensable para el progreso de la vida cristiana; pero «sólo tiene valor y sen– tido mientras se conozca la doctrina completa y se tenga conciencia de: que todo este proceso psico– lógico de oración y mortificación no es más que la vertiente humana de un proceso divino escon– dido, misterioso y sobrenatural; mientras sepamos que esa oración y mortificación tienen un sentido sacramental oculto que les da valor y consis– tencia» 3 • Leyendo a san Pablo se puede observar fácil– mente que tiene un catálogo de normas morales bastante definido y, a veces, muy concreto. Pe:ro constantemente hace resaltar que el elemento mo– ral y normalístico de la vida cristiana está susten– tado y vivificado por el elemento divino, místico, 3. B. GARCÍA RODRÍGUEZ y L. GUTIÉRREZ VEGA, en la introducción a la obra de N. CABASILAS, La vida en Cristo, Ed, Rialp, Madrid 1952, p. 25. 12

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