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en la piedad de los fieles cada vez más «sacra– mental y litúrgica». La vida espiritual de la Iglesia como tal, se manifiesta en el culto público, que comprende esencialmente• la administración de los sacramentos, la celebración del sacrificio y los otro3 actos litúrgicos. El cristiano de nuestros días, sin omitir los actos personales por los que él se dedica al culto de Dios, gusta cada vez más de compJetar su vida religiosa incorporándose con más frecuencia e intensidad a los actos de culto público de la Iglesia misma. La espiritualidad in– dividual se siente pequeña e insuficiente y busca su plenitud en la piedad eclesial, la religiosidad de la comunidad de los hijos de Dios unidos a Cristo, supremo glorificador de la Trinidad. El crecimiento de la Iglesia en el conocimiento de su propio «misterio» ha dado origen al resur– gimiento del «la.icado»: teología del laicado, es– piritualidad «laical», apostolado «laical». La Igle– sia, guiada por su Espíritu, ha comprendido con más profundidad y amplitud que el pueblo «san– to» de Dios no lo forma solamente su grupo de_ selectos, su «clero», sino que todos los que son sumergidos en Cristo por el bautismo y luego vi– ven de los sacramentos y de la liturgia, participan también de la elección y de la misión divina que desde Cristo se comunica a la Iglesia. Hacemos alusión a este crecimiento de la teo– logía y de la espiritualidad eclesial, para poder encuadrar mejor, en más amplitud de perspecti- 10

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