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también es consagrado por· un sacramento y en forma indeleble por el carácter. ÉSte le da parti- . cipación en el sacerdocio de Cristo y lo capacita para entrar con Cristo en el santuario y ofrecer. como colaborador activo, el sacrificio del NT, la santa misa. e) Bautismo y transubstancí'aci"ón. Aquí utili– zamos este paralelismo como simple «compara– ción» o analogía externa. Por las palabras de la consagración se verifi– ca un cambio sustancial en el pan y el vino: se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo. Así lo dice y lo realiza la fe. Sin· embargo, ante los ojos de carne, todo sigue inmutable: pan y vino. En el momento del bautismo el hombre que llega a la Iglesia es «transustanciado», por así decirlo, en una criatura nueva. Desde el cielo des– cienden sobre él las palabras que se dijeron de Jesús: «'Éste. es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.» Las palabras sacra– mentales lo han incorporado a Cristo y consagrado a la Trinidad. Exteriormente todo sjgue lo mismo. Pero en su alma aquella criatura se ha convertido en algo «sustancialmente» distinto: hijo de Dios. Se ha logrado, por la fuerza del Espíritu de Dios, un hombre nuevo y superior, una nueva criatura, según acabamos de describir. 113 Vil! - Ttc,l ¡
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