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Jesucristo» (Rom 6, 11). Ninguna profesión re– ligiosa podría aspirar a la realización de un ideal más perfecto. b) Bautismo y ordenrición sacerdotalo Dentro de la Iglesia católica la superioridad del sacerdote sobre los simples fieles es patente. No es superio– ridad de grados, sino cualitativa y, por tanto, in- .franqueable. Pero es mayor la superioridad de un cristiano respecto al que no es bautizado. La grandeza y superioridad del sacerdocio es el resultado de dos elementos: en primer lugar, la vocac:ión divina: nadie puede arrogarse este honor del sacerdocio, sino quien es «llamado» como Aarón (Heb 5, 4). La llamada supone la elección, la predilección divina, la providenc.ia especial so– bre su «escogido». El bautizado, respecto a los hombres no-cristianos, también ha sido objeto de una vocación divina, y por ello objeto de elec– ción - predilección - selección - cuidado - providen– cia especial. San Pablo, al hablar de la «vocación», no hace referencia - como nuestro lenguaje re– ligioso actual - a la vocación sacerdotal o religio– sa. Para él la «vocación» es la gracia de elección divina al bautismo, en que el hombre entra en la historia de salud. Además de la «vocación», el sacerdote recibe la «consagración», que se le da por un sacramen– to y .con. la impresión de carácter. Consagrado a Dios y hecho «santo», puede entrar en el san– tuario y ofrecer sacrificios a Dios. El bautizado 112

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