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7. Nuevo sentido de la vida y de la muerte. El sentido cristiano de la vida viene ya determi– nado por todo lo que anteriormente hemos ex– puesto. En fórmula breve lo resumiríamos como un «estar-en-Cristo» para gloria del Dios trino. En otra fórmula podríamos decir que el bau– tismo introduce en la vida humana el sent'Mo de eterni'dad, dándole con ello su más densa interpre– tación a la vida. Este sentido de eternidad queda patente por todo lo que anteriormente hemos expuesto. El bautismo nos incorpora a Cristo, nos da partici– pación en su dignidad y destino mesiánico y por ello quedamos consagrado·s en Cristo al servicio religioso de la Trinidad. Pero se advierte con cla– ridad que en todo ello hay un sentido «escatoló– gico»; es decir, que todo esto nos lo da el bautismo no en la absoluta y última plenitud, sino «en arras, en prenda», como germen que está llamado a des– arrollarse hasta la vida eterna. Podemos decir que el bautismo nos confiere un «comienzo de vida eterna». Pero con esto se han logrado dos resultados efectivos ya desde el primer momento: la vida humana ha sido arrancada al «sentido de la tierra» y ha sido colocada en la corriente de vida de la Trinidad misma en Cristo. Este estar ya en la corriente de la vida divina es lo que imprime a nuestra existencia cristiana su «destino de eter•- 108
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