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lo largo de nuestro estudio hemos apreciado la figura divina de Jesús en el fondo de todo lo que acontece al bautizado. Cada uno de los aspectos estudiados no ha hecho más que dibujar un rasgo de la imagen divina de Jesús. El bautismo nos da entrada en la familia divina; pero esto acontece en· la medida en que el sacra– mento nos da participación en la filiación de Jesús: somos hijos en el Hijo de Dios. No podemos pre– sentarnos solos ante el Padre, sino únicamente en Jesús. Por la unión hipostática Jesús es cons– tituido Hijo natural de Dios, pertenece a la familia divina por derecho de generación natural. La gra– cia y los dones bautismales nos dan a nosotros esa misma filiación. Por el bautismo somo.s límpios de todo peca– do. Pero con ello no hacemos más que imitar otro rasgo de la figura espiritual de Jesús: su cualidad de pontífice santo, limpio de todo pecado (Heb 7, 29). Dios quiere que se grabe en nosotros la impe– cabilidad de Jesús y que llevemos en el alma este rasgo de su Hijo siempre que nos presentemos en su pre~encia. También implica el bautismo la necesidad y obligación de llevar un vida moral irreprensible. Pero la vida moral perfecta de un bautizado la llamamos «vida cristiana» en el sentido más ra– dical e intenso de la palabra. "Efecto destacado del bautismo es la impresión de carácter. Ahora bien, el carácter es la extensión 98

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