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la inmensa multitud de los elegidos. Todos están unidos con Dios, son hijos del Padre celestial, tienen la más per– fecta amistad con Dios y la perfecta amistad requiere la perfecta conformidad de voluntades: Unum velle, unum nolle. La muchedumbre de los bienaventurados claman a una voz ante el trono de Dios : ce Bendición, gloria y sabi– duría, acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nues– tro Dios por los siglos de los siglos» (85). II. COMO EN EL CIELO, ASI SE DEBE HACER EN LA 'rIERRA Jesús propone como modelo en el cumplimiento de la voluntad de Dios el cielo. Ya hemos indicado cómo se eje– cuta en el cielo, en la casa del Padre celestial. Toda la Iglesia triunfante no hace otra cosa que cumplir la volun– tad de Dios, Trino y Uno; y toda la Iglesia militante debe hacer lo mismo. Las palabras de Jesús no significan igual– dad matemática, porque ésa no es posible. Los habitantes de la tierra no reúnen las mismas condiciones que los ha– bitantes del cielo. Aquí no hay oposiciones, contrariedades, egoísmos, pasiones, apetitos desordenados. Mas en la tie– rra somos pobres viadores, tenemos que luchar hasta la muerte para hacer la voluntad de Dios de una manera per– fecta, integral y constante. .En la tierra muchas veces la propia voluntad aparece más atractiva que la de Dios; la caridad no siempre es fuerte y fácil; el amor propio quie– re prevalecer. Significan las palabras una semejanza analógica. Ha– cer la voluntad de Dios en la tierra a la manera que se hace en el cielo. Que nuestra conformidad a la voluntad (85) Apoc., VII, 12. 92

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