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tad de aquel que le envió (79). Su alimento fué hacer la voluntad del Padre (80). Fué obediente en todo y siem– pre, hasta la muerte y muerte de cruz. Después de su muerte y cumplida su obra sube al cie– lo, para vivir sujeto a Dios, como dice el Apóstol S. Pa– blo: Füius s_ubjectus erit. Deo. «Cuando le queden some– tidas todas. las cosas, entonces el mismo Hijo se sujetará a quien él todo se lo sometió, para que sea Dios todo en todas las cosas)) (81). Después de Jesús viene su Madre y nuestra Madre Ma– ría Inmaculada, Reina de cielos y tierra, de los Angeles y de los hombres, la cual en el momento de la Encarna– ción exclama: Hágase en m.i según tu palabra (82) y en el cielo continúa haciendo la voluntad de Dios como la criatura rriás santa de todos los comprensores. Encontramos después los Angeles. Los ángeles malos siguiendo a Lucifer se rebelaron contra la voluntad de Dios y fueron precipitados en el infierno, que estaba pre- pa'rado para el diablo y sus ángeles (83). ·· . En cambio a los Angeles buenos, que con S. Miguel reconocen los derechos de Dios y se someten a su volun– tad, el mismo Dios les introduce en la región de la luz, de la. paz y del gozo. Los llama ministros que hacen su vo– luntad (84). Están ante el trono de Dios para adorarle, bendecirle y cumplir su voluntad, con un eterno amén qt¡e resuena alegre en el paraíso. Sin perder la divina pre– sencia cumplen la.s misiones que Dios les encomienda, la custodia de los hombres o las obras que desea ejecutar mediantes ellos. : Además en el cielo están todos los santos declarados pqr la Iglesia y todos los demás comprensores que forman '(79) Joann., VI, 58. 1(80) Joann .• IV, 34. /(81) I Cor., XV, 28. 1(82) Luc., I, ,8. •(8,) Matt., XXV, 41. ~(84) Ps., CII, 21. 91

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