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Examen. - ¿Reflexiono con frecuencia si mis pensamien– tos, proyectos, deseos, afectos, palabras y conducta están verdaderamente conformes con la divina voluntad? ¿Mi ac– tividad interior y exterior, privada y pública, mí vida de estudio y de apostolado se desarrollan dentro del cuadro de mis leyes, d.e mis obligaciones, de mi estado y de mi cargo? ¿Busco más mis caprjchos, mis gustos, que la voluntad de mis superiores? · ¡ Cuántas veces he despreciado, rechazado, olvidado, cri– ticado y .murmurado contra las disposiciones de los Supe– riores! Ante las manifestaciones de la divina voluntad en las leyes y en las autoridades, ¿he vacilado, desviado, retroce– dido y hasta quizá me he disgustado y rebelado? Propósitos. - ¡Perdón, Dios mío! Tu voluntad será des– de ahora el programa de mi vida, la regla suprema de todas mis actividades. Desde hoy quiero todo lo que tú quieres, como tú lo quieres, y por cuanto tiempo tú lo quieres. No quiero saber más ni hacer más que tu voluntad. La voluntad de Dios será mi fin, mi seguridad, mi amor y mi alegda. Quie– ro imitar a Jesús, modelo de la conformidad al Eterno Padre, y con El decir: Héme aquí, Dios mío, dispuesto siemp,re a hacer tu voluntad. Non mea voluntas, sed tua fíat. Peticiones. - Dios y Señor mío, hágase tu voluntad en mis trabajos apostólicos, en mis enseñanzas, en mis predicacio– nes, en mis escritos, en todas mis actividades apostólicas. Hágase tu voluntad manifestada en los preceptos, en las leyes, en los consejos evangélicos, en las inspiraciones del Espíritu Santo, en las ordenaciones de la Iglesia y de sus Prelados y de todos los Superiores que están puestos en tu lugar y son tus ministros. Hágase tu voluntad en la prospe– ridad y en la adversidad. Que yo me someta dulce y suave– mente con afecto filial a las disposiciones o permisiones do– lorosas de tu divina Providencia. Hágase tu voluntad, no la del mundo que es vana y per– versa; ni la del demonio que es mala e injusta; ni la mía que es éaprichosa y de la carne que se rebela contra el espí– tu... Hágase la tuya recta, santa y norma de toda buena vo– luntad. Tú quieres que el Evangelio sea llevado hasta los confines del mundo; quieres que todos los hombres conozcan la ver- 88

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