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San Pablo : « Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados» ( 67). Someternos en todos los acontecimientos adversos; por– que si recibimos los bienes de manos de Dios, ¿por qué no hemos de recibir también los males? (68). S. Francis– co de Sales admira la profundidad de estas palabras di– ciendo : « ¡ Oh Dios, y cuánto amor encierran esas pala– bras I Considera ¡ oh Teótimo t haber recibido los bienes de la mano de Dios, dando a entender con eso que los ha– bía estimado tanto por ser bienes, como por proceder de la mano del Señor. Y de ser esto así deduce que debes sufrir amorosamente las adversidades, porque proceden de la misma mano del Señor, tan digna de ser amada cuando permite aflicciones, como cuando reparte consue– los» (69). Así probamos nuestro amor a Dios. El dolor es provechoso. La conformidad en el dolor y en las adver– sidades prueba el amor. La conformidad a la voluntad dtvina es un acto de ca– ridad pura, es un ejercicio de perfecto amor. Toda la per– fección del amor consiste en la unión de nuestra voluntad con la divina. Dice Santa Teresa: «En lo que está la suma prefec– ción, claro está que no es en los deseos interiores, no en grandes arrobamientos, ni visiones, ni espíritu de profe– cía; sino en estar nuestra Voluntad tan confor:me con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremen– te tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Majestad ... » (70). (67) Rom., VIII, 28. (68) Job., II, 10. (69) 'Trnt. del Amor de Dios, l. IX, c. 2. (70) Libr. de l<>s Fundaciones, cap. V; El Castil/,¡ interior, S.• Morada, cap. III. 86
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