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siones de :Epicteto, en su Manual, lleno de una austeridad despreciante y desdeñosa. ¿Quiere Dios que yo esté malo? También yo lo quiero. ¿Quiere que yo posea alguna cosa? También yo lo quiero. ¿No lo quiere? Tampoco yo. ¿Quie– re que yo muera? También yo lo quiero. La misma doc– trina siguió Séneca y otra multitud de filósofos antiguos y modernos que defienden el fatalismo. En todas las co– sas es necesario perder de buen ánimo lo que necesaria– menta debe ser perdido ; sufrir con alegría lo que nece– sariamente se ha de sufrir. No pensar en el dolor, despre– ciar el dolor, mostrándose magnánimos o mejor insensi– bles. Oh dolort tú eres un nombre vano. Un desprecio soberbio y orgulloso de la adversidad y del dolor motiva– do por un riguroso y duro fatalismo. A esta corriente filosófica del Estoicismo se unió en el siglo vm el Mahometismo. fanático. La palabra Islam proviene de una raíz árabe que significa obediencia a la voluntad de Dios. La palabra Salaam (someterse) y Mos– lem (los que se someten) proceden la misma raíz. La re– ligión, la teología y los ritos musulmanes contienen esta tendencia... el alma de la religión es el abandono en Dios. Según la doctrina del Corán es esencialmente fanática y pasiva con todas las consecuencias deletéreas que se siguen en la vida práctica. Estas doctrinas filosóficas y religiosas orientales son opuestas al espíritu occidental, y, sobre todo, a la sana doctrina de la conformidad a la voluntad de Dios, según la teología católica. 3." La tercera actitu<;i laudable es la que nos indica Jesús en el Padre Nuestro. Sea hecha tu voluntad. El cre– yente que ora en este sentido, profundamente humano, invoca no el fatalismo inevitable, sino al Padre de toda la humanidad, el cual es bueno, justo, amante y amable. El discípulo de Jesús no cae en un fatalismo musulmán, ni en prácticas supersticiosas, en pesimismos inactivos y 84
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