BCCCAP00000000000000000000639
Se pueden formular todas las comparaciones que se quieran, nunca podremos llegar a comprender la reali– dad de lo que Dios tiene preparado para los elegidos. Todas las cosas de este mundo no podrán saciar el cora– zón del hombre. Sólo Dios infinito podrá saciar comple– tamente las facultades humanas. ¡ Señor, nos has hecho para Ti e inquieto estará nuestro corazón· hasta que no descanse en Ti! Sólo Dios podrá saciarnos, contentarnos y ser el objeto adecuado de nuestra futura felicidad en el cielo. «Ego merces tua magna nimis». Yo seré tu re– compensa sobremanera gl'.'lande (55). A.dveniat regnurri tuum. Venga a nosotros _ese tu reino delicioso y sin fin. Venga también para todos los hombres que habéis criado y redimido para ese mismo fin. Que todos, Padre, Te veamos, Te contemplemos, Te gocemos eternamente. Pa– dre e hijos reinaremos eternamente. Et regnabimus (56). Escribe S. Teresa de Jesús: <cDice el buen Jesús, que digamos estas palabras en que pedimos que venga un tal reino : Santificado sea tu nombre, venga en nosotros tu reino. Ahora mirad, hijas mías, qué sabiduría tan grande la de nuestro Maestro. Considero yo aquí y es bien que en– tendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vió Su Majestad que no podíamos santificar, ni alabar, ni en– grandecer, ni glorificar este nombre Santo del Padre Eterno conforme al poquito que podemos nosotros de manera que se hiciese como es razón, si no nos proveía Su Majestad con darnos acá su reino. Y así lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro. Porque entendamos, hijas, esto que pedimos, y lo que nos importa importunar por ello, y hacer cuanto pudiéramos para contentar a quien nos lo ha de dar, os quiero decir aquí lo que yo entiendo... Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa (55) Gen., XV, 1. (56) Apoc•• V, 10.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz