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Que en verdad sea rey de nuestras inteligencias, de nuestras .voluntades, de nuestros corazones, de nuestras obras, de toda nuestra persona y actividad. Regnum Dei intra vos est. El Reino de Dios de Dios está dentro de vosotros ( 49) . III. EL REINO ETERNO DE DIOS Como en este mundo no podemos conocer a Dios in– tuitivamente, sino sólo por abstracciones y oomparacio– nes fundadas en la razón y en la fe; de semejante modo, no podemos comprender lo que es la bienaventuranza del cielo, el reino eterno de Dios en la gloria. S. Pablo fué arrebatado hasta el tercer cielo y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir (50). Sin embargo, .Jesús se esforzó en mostrarnos algo del paraíso ·con símbolos o parábolas que propuso, por las cuales nos podremos for– mar una idea muy imperfecta de lo que es. ·Se puede comparar a un banquete o grande cena, don– de los invitados van vestidos de grande pompa y magni– ficencia, se sientan cómodamente alrededor de la mesa; tienen delante comidas exquisitas; vinos preciosos, acom– pañados de música, cánticos y danzas lo más, armonioso y fastuoso que se puede imaginar. Dice Jesús a sus dis– cípulos: «Vosotros sois los que habéis permaneéido con– migo en mis pruebas, y yo dispongo del. reino en favor vuestro, como mi Padre ha dispuesto de él a favor mío, para que comáis y bebáis a mi me,sa en mi reino y os sentéis sobre tronos como jueces de las doce tribus de Israeln (5i). Las satisfacciones de un banquete no tienen comparación con los deleites del espíritu de que gozarán los que lleguen a la casa paterna del Padre. (49) Luc., XVII, 21. (50) H Cor., XII, 4. (51) Luc., XXII, 28-30. 75
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