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los labios, pérO su corazón está lejos de mi; en vano filé rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos hu– manos» (24). San Pablo de Tarso fulminó esta terrible requisitoria contra los judíos violadores de la Ley. «Pero si tú ¡oh judío! que confías en la ley y te glorías en Dios, conoces su voluntad e instruído por la Ley sabes estimar lo mejor, y presumes ser guía de ciegos, luz de los que viven en tinieblas, preceptor de rudos, maestro de niños, y tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad, tú, en súma, que ensefias a otros ¿cómo no te ensefias a ti mis– mo? ¿ Tú que predicas que no se debe robar, robas? ¿ Tú, que dices que no se debe adulterar, adulteras? ¿ Tú, que que abominas los ídolos, te apropias los despojos de los templos? ¿ Tú, que te glorías en la Ley, ofendes a Dios traspasando le Ley? Pues escrito está: Por causa vues– tra es blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios» (25). Por esto escandalizan a los no católicos todos los cris– tianos que blasfeman contra Dios, la Virgen, los Santos y las cosas sagradas. Esos malos cristianos en los territo– rios misioneros con su conducta o con su modo de ha– blar prácticamente no son coerentes con la fe que predi– can ni con la religión que profesan. Son un impedimento para las conversiones. Los paganos pueden juzgar que no están persuadidos o que no estiman las verdades que ensefian ; que es una religión de hipócritas. IV. REPARACION DE LAS BLASFEMIAS Es necesario desterrar esa mala costumbre de blasfe– mar que existe en algunas naciones ; por ser una cosa (24) Mat., XV, 8,9. (25) Rom•• Ir, 17,24. 60

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