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lujuria. Pero, ¿qué utilidad o gusto .puede haber en in– juriar a Dios nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro principio, nuestro fin, nuestro Juez ... ? Ejemplo. - Se refiere que un hombre tenía un cáncer en la lengua. El médico le dijo: Si quiréis hacer la últi– ma tentativa para salvaros, es. necesario amputar la len– gua. El infeliz tembló de espanto, pero con la esperanza de curar aceptó la propuesta del doctor. Este, antes de la operación, le dijo : Si tenéis alguna cosa que decir, decid– la ahora, porque después ya no podréis. El enfermo tran– quilo y sereno y con todo el afecto de su corazón gritó : Alabado sea Jesucristo. Estas fueron sus últimas palabras. Que nuestras últimas palabras, antes de morir, sean éstacs.: Sea alabado por siempre Jesucristo. III. LAS BLASFEMIAS DE LA VIDA No sólo se ofende a Dios con las blasfemias de la len– gua, sino también con la conducta de la vida práctica. En la religión del antiguo Israel el mismo Dios se la– menta de la falta de lealtad de su pueblo elegido. ccOíd~ cielos, escuchad, tierra, que habla Yavé. Yo he criado hijos y los he engrandecido, y ellos se han rebelado contra mí. Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo ; pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conoci– miento. ¡ Oh gente pecadora, pueblo cargado de iniquidad, raza malvada, hijos desnaturalizados! Se han apartado de Yavé, han renegado del Santo de Israel, le han vuelto las espaldas» (22). El mismo Jesús, refiriéndose a Isaías (23), llama a los fariseos y escribas hipócritas. «Este pueblo me honra con (22) Is., I, 2•4. (23) XXIX. 59
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