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Se han de distinguir las verdaderas blasfemias de las palabras malsonantes o de ias ligerezas de usar el nom– bre de Dios y de los Santos en vano, lo cual de ordinario, no reviste responsabilidad grave. Se ha de tener en cuen– tala significación que ordinariamente se da a las palabras por los habitantes de la región, donde habitualmente se vive. II. BLASFEMIAS DEL LENGUAJE En los trenes y lugares públicos por motivos de higie– ne se suelen poner avisos de no escupir en el suelo para evitar los microbios que pueden ser nocivos a los demás. Con mayor motivo se debían poner avisos prohibiendo severamente las blasfemias que ofenden a Dios y a Los buenos cristianos. En algunos países están prohibidas y castigadas por derecho civil. Ojalá que las autoridades aplicaran las leyes y las multas. No se blasfemaría tanto. Pretextos. - Yo blasfemo, porque mis negocios van mal. Pero, ¿ crees que a fuerza de blasfemar andarán mejor? Eso es arrojar bencina al fuego. Yo blasfemo, porque mi trabajo ·es duro, fatigoso. ¿ Y tus blasfemias le harán más llevadero, más suave, más lucrativo? Blasfe– mo para que me oigan los animales, me obedezcan... ¿ Y no tienes otras palabras duras que decirles más que las blasfemias? Yo blasfemo para hacerme obedecer de la mujer, de los hijos, de los criados ... Tú que ofendes al Padre celestial, al Señor de cielos y tierra, ¿crees que así has de obtener más sumisión, más respeto de tus hijos, de tus siervos? Si esas injurias te las dijeran a ti ¿cómo te enojarías contra ellos? Además, escandalizas a tus hi– jos que adquirirán también la costumbre. En algunos pecados puede haber alguna utilidad como en el robo ; o algún placer como en la embriaguez, en la 58
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