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'Cada uno de los nueve coros cumple la misión que Dios les ha confiado. Los Angeles nos asisten a cada uno en particular ; los Arcángeles prestan una asistencia más .ele– vada ; en casos extraordinarios las Virtudes hacen prodi– gios que entran en los designios de Dios en orden a nues~ tra salvación eterna ; las Potestades nos sostienen en las luchas y combates de la vida; los Principados rigen los reinos y los intereses de la religión ; las Dominaciones de– fienden el dominio soberano de Dios sobre la tierra; los Tronos vigilan el reino de Dios en las almas; los Serafines y Querubines se apresuran a hacer entrar en las almas el fuego de la caridad divina. ¡ Cuántos santos protectores tenemos! Estos espíritus celestiales son también nuestros mo– delos. Incesantemente adoran, glorifican, alaban y bendi– cen a Dios. Confiesan que Dios es todo y cantan sus mag– nificencias. c) Los Santos. San Juan describe en el Apocalipsis la visión que tuvo de la muchedumbre de los marcq,dos : «Después de e.sto miré y vi una muchedumbre grande, que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, que estaban delante del trono y del Cordero, ves– tidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos. Cla– .maban con grande voz, diciendo : Salud a nuestro Dios, al que está sentado en el trono, y al Cordero» (15). La in– contable multitud de Santos de toda categoría que están en los cielos son dignos de nuestro respeto y veneración. GlorHicando a Dios Trino y Uno, debemos alabar y bendecir a toda la corte celestial, a toda la Iglesia triun– fante que participa de la santidad de Dios. El fin nobilísi– mo de mi vida es cantar con los Angeles y con los Santos la gloria eterna de Dios y de todo lo que a El pertenece. Preguntó una vez un misionero de Argel a un grupo de musulmanes « ¿ Sabéis par:a qué está el hombre en este (15) Apoc.• VII, 9-10. 53
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