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De los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. Allí los que nos tenían cautivos nos pedían que cantáse– mos; los que nos habían llevado atados, que nos alegrá– semos : Cantadnos alguno de los cánticos de Sión. ¿ Cómo cantar en tierra extranjera los cánticos de Yavé?_ Si yo me olvidare de ti, Jerusalén, olvídese de mí mi diestra; péguese mi lengua al paladar, si yo no me acordare de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de cualquier ale– gría» (62). Se lamenta el salmista de su prolongado destierro en– tre gentes enemigas de la paz: « ¡Ay de mí peregrino en Mesec, que habito en las tiendas de Cedar. Demasiado se ha prolongado mi destierro entre estos enemigos de la paz» (63). San Pablo decía a los Filipenses : ce Para mí la vida es Cristo, y la muerte ganancia. Y aunque el vivir en la i:iarne es para mí fruto de apostolado, ,todavía no sé qué elegir. Por ambas partes me siento apretado, pues de un lado, deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor; por otro, quisiera permanecer en la carne, que es más necesario para vosotros,, (64). San Francisco de Asís murió cantando a la hermana muerte y repitiendo el salmo 141. Terminó su vida mortal con estas palabras: « ¡Oh, Sefior ! Saca mi alma de la cárcel, para que pueda alabar tu nombre. Me rodearán los justos, si benignamente me fueres propicio)) (65). Digamos con alegría y piedad filial: PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN LOS CIELOS, llévanos a tu casa. Examen. - ¿Medito con frecuencia la felicidad de la glo– ria sempiterna? ¿ Considero que todas las cosas de ef¡te mun– do no tienen comparación ninguna con la futura gloria que esperamos en el otro? ¡,Me porto como caminante, forastero (62) Ps., CXXXVI, 1•6, (6l) Ps., CXIX, 5. (64) Phi!., l. 21,24. (65) Ps., CXLI, 8. 43

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