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otras tantas lámparas de oro y detrá,s de esta cúpula el séptimo cielo, en el cual ponían la mansión de Dios. Los persas colocaban su Di.os en el Cáucaso. Los ind.ios en el monte Meru y los griegos en el Olimpo. Los mahometanos materializan el cielo con toda suerte de felicidades mate– riales y satisfacciones de los sentidos corporales.. Para los , panteístas el cielo será la absorción en el todo, los espíritus entrarán en el indeterminado Nirvana, .. El Dios verdadero de los cristianos no está segregado en un espacio material y geográfico. Nuestra felicidad no consistirá en los goces de la materia, sino en los del espí– ritu. Primero en los goces .del alma sola y luego, después de la resurrección, en los goces también de los cuerpos re– sucitados y gloriosos. Nuestro .Diós es inmenso y trascendente, y nuestra felicidad consistirá en verle intuitivamente, en poseerle realmente, en unirnos a El eternamente y en gozarnos en El para siempre. El será nuestra bienaventuranza, nues– tro todo. Es el reino de Dios, del cual luego hablaremos. Venid y tomad posesión de vuestro reino (59). Ese reino de Dios del cual dijo S. Pablo: «Ni el ojo vió, y ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le amann (60). En el cielo hay la bienaventuranza completa con exclu– sión de todo mal físico o moral, la inclusión de todo bien para el entendimiento y la voluntad. Dios saciará comple– tamente al hombre según los méritos adquiridos sObre la tierra. Además de la gloria substancial dé la posesión de Dios, Suma Verdad y Sumo Bien, gozará tle la visión de Jesu– cristo glorificado, de la Virgen Inmaculada, de la compa– ñía de los Angeles y Santos del paraíso. (59) Mat,, XXV, 34. (60) I Cor., II, 9, 41
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