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IV. CONSECUENCIAS DE LA FRATERNIDAD UNIV,ERSAL Nunca faltaron hombres que se odiaron mutuamente. Ya Caín mató a su hermano Abel. Los hijos de Jacob ven– dieron a su hermanito José. Los judíos condenaron a Jesús a la muerte de cruz por envidia. Con frecuencia hay homi · cidios, venganzas, guerras, persecúciones terribles. Parece que en algún sentido se cumple lo que dijeron algunos fi– lósofos : lIomd homini lupus. Que un hombre es. para otro hombre como un lobo. Jesús nos, dice: Ama al prójimo como a ti mismo (49). Lo que no quieras para ti no quieras para otro; lo que quieres para ti,. debes procurarlo también para los demás. ce El que ama a su prójimo cumplió la ley» (50). ccNo ame– mos sólo con l.a lengua y las palabras ; sino de obra y verdad» (5i). Aun más: Jesús nos manda amar también a nuestros enemigos: c<Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian,,. Al que te hiere en una mejilla, ofrécele la otra, y a quien te tome el manto no le estorbes tomar la túnica (52). No puede haber una fraternidad más universal y más heroica que amar a los enemigos y a los que nos hacen mal. Nuestras súplicas no se deben restringir a nuestras solas necesidades; ni tampoco a nuestros parientes, y amigos. Nuestra oración debe abrazar a todos los hombres sin ex~ cepción; a los que viven en este mundo y a los. que sufren en el Purgatorio; a los que están en el seno de la Iglesia y a los que están fuera, para que entren en el redil. (49) Mat., XIX, 19. (50) Rom., XIII, 8. (51) I Joann., III, 18. (52) Luc., VI, 27,29. 37
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