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crió igualmente a todos los hombres del universo y les formó a su imagen y semejanza. Les infundió a todos un alma espiritual e inmortal con las facultades del entendi– miento y de la voluntad, con las cuales pueden conocerle y amarle respectivamente. Si todos somos hijos del mis– mo Padre, se sigue que todos somos hermanos por razón de origen. Por esto San Francisco de Asís llamaba a to– das las criaturas hermanas, en cuanto todas participan del Ser Supremo, todas, en último análisis, proceden de Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra. El fuego, el agua, la luna son nuestros hermanos, por– que tienen el ser participado del último e infinito Ser, Dios Creador. El lobo, los pajaritos, los peces son nues– tros hermanos, porque no sólo participan del ser simple– mente, sino también de la vida animal, cuya fuente única y suprema es la Vida Infinita de Dios. Todos los hombres de cualquier raza, pueblo o nación son nuestros herma– nos, porque de El recibimos también el entender y el amar; somos semejantes a Dios, cuya imagen llevamos dentro de nosotros. Tenemos un origen, una naturaleza y un fin común. Para los seguidores de Brama, hombres nobles eran sólo los que procedían de la boca ; todos los demás eran considerados seres inferiores. En la India se tiene mucha consideración con algunos animales y no se come la carne de la vaca sagrada. Sin embargo, la casta de los Parias es despreciada. Es la casta de los intocables. En cierta ocasión un misionero católico se acercó a un Paria y le dijo: Hermano, toma esta limosna por amor de Dios. El pobrecito quedó admirado y exclamó : ¡ Oh qué hermosa religión es esa en la cual todos se consideran her– manos y tienen un Padre común que está en los cielos y un Redentor que murió por todos sin excepción! Entre los mismos Israelitas los que no eran hijos de Abrahán se consideraban come incircunciosos, gente mal- 32
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