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te filial. «Hijo mío, dame tu .corazón» (41). Da el corazón a tu Dios, a tu P.i:i,dre. Amale con todo tv corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con tu ser,. siempre y donde quiera, solo o acompañado. Glorifica a tu Padre como el Hijo Primogénito le glo– rificó sobre la tierra; cumple con su voluntad como Jesús la cumplió hasta el momento de expirar, hecho obedierite hasta la muerte y muerte de cruz. En una palabra, imita a tu Hermano Mayor Jesú.s, dado a ti por modelo, cami– no, verdad y vida. Ahora considera cuántos millones de almas, por las .cuales murió Jesucristo, no gozan de la fe ni de la gracia santificante, y, por tanto, carecen de esos. dones y privi– legios singularísimos consiguientes al estado de gracia. • Por los misioneros sacerdotes, que propagan la fe, plantan la Iglesia y administran los_ sacramentos, llegan a las, almas los tesoros de esa vida sobrenatural que nos trajo Jesucristo. Exame1i. - ¿Conozco suficientemente la doctrina acerca d.el origen y. naturaleza de la vida sobrenatural en el cristia– nismo? ¿He meditado con frecunecia mi filiación con el Pa– dre, mi fraternal amistad con el Salvad0r, mis desposorios místicos con el Espíritu Santo, la vida de la Santísima Trini– dad en mí? ¿Cuál ha sido hasta ahora mi piedad fi,lial con mi Padre, que está en los cielos? Ya.que las Tres Divinas Per– sonas son huéspedes permanentes de mi alma, ¿me entreten– go algunos minutos en íntima familiaridad con tan dulce compañía? ¿Procuro enseñar y comunicar a mis prójimos las mara– villas que la Beatísima Trinidad causa en el alma I de los justos? Un misionero de Tanganica explicaba la doctrina de la gracia y de la filiación divina a un grupo de personas, entre las cuales se halla una anciana. Un día, al oír la hermosas instrucciones del Padre Misionero, se echó a llorar dicien– do: «¡Oh Dios mío! Si. yo hubiera conocido hace tiempo esas (41) Prov., XXIII, 26. 29

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